10 de abril de 2017

¿Y si...?

Agarro mi segunda copa de la noche y me la llevo a los labios. Miro a mi alrededor: una discotecucha llena de niñatos y mis amigas que ya van bastante pedo, no sé si desde fuera se me verá a mí tan mal, pero me da igual. Ellas bailan sin importarles hacer el ridículo, parece que se están divirtiendo, que envidia. En cambio yo no tengo ningunas ganas de levantarme del taburete.

Se me acerca mi amiga Carla – “Ana, no pongas esa cara tan larga. Mira el lado positivo, ahora que habéis roto, puedes hacer lo que quieras. Mira, esto está lleno de chicos y muchos de ellos son monos. Seguro que a alguno le gustarás. Baila con nosotras y seguro que se te acercan.”


Genial, lo que me faltaba, que me recordase que Roberto cortó conmigo. Agacho la cabeza, pero esta vez consigo no llorar, soy fuerte. Vuelvo a mirar a mi amiga e intentando sacar una sonrisa para disimular – “No tía, no me apetece nada bailar. Hoy estoy muerta.”

-“Pues tú te lo pierdes”- se da la vuelta y continua con su baile.

Le doy otro sorbo a mi copa y sigo mirando a la gente de la discoteca. Hay muchos chicos, pero ninguno me llama la atención, decir que algunos son monos es decir mucho, no hay ninguno que merezca la pena. Bueno, ese de allí tiene un pase. Y ese otro, pues… sin ese corte de pelo tan raro, a lo mejor.

Se abre la puerta y entra un grupillo de chavales, pero yo sigo a lo mío. Cuando pasan por al lado mía, me fijo en uno de ellos. Alto, pelo castaño y unos ojazos azul claro. Es muy guapo. Lo sigo con la mirada y se queda con unos cuantos del grupo en la barra, mientras el resto de ellos se dirige al fondo de la discoteca. Seguramente para pillar sitio o ir al baño, pero a mí eso no me importa. Me quedo embobada mirándolo  a él.


Está hablando con uno de los que ha entrado con él. Por un momento mira hacia donde estoy y me sonríe, tiene una sonrisa preciosa, de esas que inspiran confianza desde el  primer momento. Me pongo un poco nerviosa, seguro que me he puesto roja. Tomo otro sorbo y me escondo detrás de la copa. Se ha fijado en mí, eso significa que le gusto, ¿no? Pero ahora mismo no quiero nada, aunque… ¿Y si…? ¿Y si Carla tiene razón? ¿Y si este es el bueno?

No Ana, no digas tonterías, si ni siquiera lo conoces. No me puedo guiar solamente por el físico, aunque… está muy bien. Parece que está en forma. Unos bíceps así no se consiguen por arte de magia. Apuesto a que también le gusta salir a correr. Podríamos correr juntos alguna que otra vez mientras escuchamos música. ¿Le gustará la misma música que a mí? Ha entrado en esta disco, eso significa que sí, o puede que haya sido casualidad. Lo miro de arriba abajo, mientras habla con su amigo, sigue el ritmo de la música con un gracioso movimiento de pie. Confirmado, le gusta. Podría acercarme a bailar con él, me encantan los chicos que bailan bien, ojalá que sea un gran bailarín.


¿Y si voy a hablar con él? No sé si es buena idea. Se echa en la barra y le pide algo a la camarera, pero no consigo oírlo. Después de los escasos minutos que dedico en pensar si voy o no, veo que lleva una copa con una bebida oscura. Es un ron-cola, lo mismo que me he pedido yo. Será una señal.

Doy un trago largo y me decido a levantarme e ir hacia él, llevando la conmigo. A cada paso que doy estoy más nerviosa. No soy capaz de mirar más allá de mis zapatos. El alcohol no me hecho el efecto que yo quería.

Cuando llego hasta él no pude mirarle a la cara y le suelto – Hola, me llamo Ana.- le miro directamente y me doy cuenta de que se está enrollando con su “amigo”. ¡No puede ser!
El chico deja lo que estaba haciendo y se dirige a mí – Perdona, no te he escuchado. - ¡Mierda! ¡Tierra, trágame! - ¿qué quieres?

-Sí me dejabas sitio en la barra. Quiero pedir otra copa.- es lo primero que se me ocurre.
-Pero si aún te queda media copa.


Me ha pillado, ¿qué hago? Me tomo todo de un trago – Pues ya no. – me apoyo un poco mareada en la barra y grito -¡Camarero, ponme una copa de algo fuerte!- todo me sale como el culo. Empezamos bien la noche…


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