30 de septiembre de 2017

Más que un mote

-Nunca te lo he preguntado, pero… ¿por qué siempre me llamas así?

+¿Así cómo?

-Luciérnaga. Sabes que no me gustan los bichos.

+¿No lo adivinas?

-Pues como no sea porque brillo en la oscuridad…

+Jajajajaja, no es eso exactamente, pero por ahí van los tiros. Sigue pensando.

-Mmmm…

+¿Ya lo has adivinado?

-No.

+Entonces, ¿por qué sonríes?

-Porque me acuerdo de la primera vez que me llamaste así.

+¿En serio? Yo no me acuerdo.

-Yo lo recuerdo perfectamente.
Hace dos años, te vi llorando en tu portal y me acerqué. Al preguntarte qué te pasaba, me contaste que a tu perro lo habían atropellado esa mañana. No sabía qué hacer, nunca te había visto tan destrozado, e hize lo primero que se me pasó por la cabeza. Te abracé. Y tú apoyaste tu cabeza en mi hombro y me dijiste algo, pero no llegué a enterderte. Pero cuando tres días después me llamaste así, lo entendí.

+Vaya, no me acordaba.

-Y ahora lo entiendo. Soy luciérnaga porque brillo cuando todo se vuelve negro.

+Así es. Eres la luz que me ha guiado durante este tiempo. Sin ti estaría perdido. Eres mi luciérnaga.




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